Un mundo invisible

El hombre evoluciona y se rodea de apéndices para conquistar el mundo: agacha la cabeza y se enchepa para entregarse a su Diospantalla o siquiera la levanta cuando sujeta el sudario de cristal líquido mientras graba eternas imagenes para el olvido; mira al infinito encerrandose en la oscuridad VR y guarda los primeros pasos de sus descendientes en microrecuerdos perdidos. El hombre no ve, no oye, no se da cuenta de la belleza escondida en las pequeñas cosas,  en el descanso al caminar sin el yugo de la conexión permanente, en el placer de detenerse y simplemente estar, observar, respirar, vivir.