Me niego

Me niego

Me niego a perderme. A permitir que mi cuerpo se transforme en cárcel sin juicio, cuyas llaves inexistentes estén en manos de otros, o que estando en las mías, sea incapaz de reconocerlas. Me niego a convertir en un abismo insalvable la distancia entre lo que hago y lo que pienso. Me niego a bautizar a los míos como mártires, testigos, prisioneros, si acaso verdugos. Me niego a sostener entre las manos lo cotidiano y no reconocerlo, o peor, no poder sostenerlo jamás y suplicar que el tacto ajeno sea el mío. No quiero tener otra vida que ya tengo, me niego a llamar vida a un cuerpo sin alma y a una mente sin cuerpo. Me niego a perder todo cuanto he querido y quiero al borrarse de mi memoria, al convertirse en niebla, en blanca espuma insípida que ya no sabe, que ya no huele, que ya no llora. Me niego a volver a ser un niño incultivable, que solo olvida y que todo lo ignora, o un niño al que inunda la tristeza de las inmundicias inevitables. Me niego a hacer de la vida por la vida una proclama insostenible, la vida sin libertad ya no es vida, es existencia perpetrada por un sistema caduco, que convierte sus propias voces culpables en perpetua ignorancia. Me niego a mirar sin ver, a quedarme quieto por imposición o por falacias disfrazadas de profundos pensamientos. Me niego a permitir que mis lágrimas carezcan de sentido, que mis ruegos solo sean ecos, que entre mis dedos perezca la chispa de mis ojos al apagarse la luz, al perderse mis lazos. Me niego a la metamorfosis de mi yo, a ser marioneta sin hilos, a ser solo una parte de lo que fui, un cuenco vacío, una cabeza anclada a un cuerpo marchito. Me niego a contemplar mi melancolía proyectada en los rostros conocidos, o perder esos rostros entre las brumas de mis parpados anegados. Me niego a ser cautivo de mi mismo aunque ya no me acuerde. Me niego a ver en los espejos el cadáver de mi ego o encontrar en su reflejo extraños conocidos, amigos distorsionados. Me niego a desterrar la felicidad, la risa, la alegría de mi vocabulario. Me niego a no tener un plan para evitarlo, a no concebir la manera de escapar de un final desesperado. Me niego desechar la muerte como lecho de paz y de descanso.

© Revista Entre Líneas 2013