Relájate

Relájate

Magda necesitaba relajarse. Un baño de espuma siempre le venia bien. Sentir el calor húmedo del agua tibia envolviendo su cuerpo. Con los ojos cerrados, las velas cercándola y dejándose llevar. Viajar por los recuerdos. Hasta él. Convertir su mano en la suya y hundirla allí donde nadie sabia hacerlo mejor. Gemir ante el contacto grueso de los dedos jugueteando bajo el agua. Olvidarse de todo, de si misma llegar al éxtasis entre temblores de placer, recobrar el aliento de los gritos ahogados, acompasar los latidos a la tranquilidad renovada y apretar las manos en las rodillas…., «pero —pensó Magda —, si tengo ambas manos fuera del agua, ¿de quién es ese tacto que aún me roza?, ¿qué ese chapoteo que ahora resuena bajo la espuma?, ¿quién ha colmado mi deseo como nunca pude yo misma?, ¡cielo santo!, de quién es esa mano que surge entre mis piernas…»

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